La circulación de bicis integradas en la calzada urbana, de igual a igual con el resto de vehículos, se ha convertido en la bandera que muchos esgrimimos como paradigma de que otro ciclismo urbano es posible. Sin embargo, la lucha por garantizar esos derechos no es un camino de rosas.
Texto Sergio Palomar
Quienes utilizamos la bici a diario para desplazarnos a nuestro puesto de trabajo y defendemos que la bici ha de tener la misma consideración en ciudad que el resto de vehículos siempre sacamos pecho con las garantías legales que nos ofrece la Ordenanza de Movilidad Sostenible del ayuntamiento de Madrid que en su articulado da plena legitimidad a la circulación de la bici ocupando todo el carril, pudiendo utilizar el que más convenga a nuestro destino o vetando el tránsito sobre carriles reservados al transporte público. Una norma que nos permite tener la garantía de que la legalidad está a nuestro lado ante el acoso de esos conductores que, presos de un pasado en el que el coche era dueño y señor de la ciudad, se niegan a aceptar a los nuevos actores presentes en el tráfico diario de la ciudad y transforman su animadversión en acoso, malas palabras y situaciones de riesgo. Por suerte son una minoría y el ciclista puede contar con la ley de su lado ante cualquier conflicto.
Sin embargo, no todo resulta tan bonito como podría parecer. Si bien en la mayoría de las ocasiones, por no decir casi siempre, podemos circular con total normalidad por la calzada urbana con incidentes mínimos que no pasan de aquel que se cambia de carril sin mirar y te cierra un poco o el que no se separa lo suficiente al adelantar, toda tu ilusión por una ciudad en la que el coche tenga menos protagonismo en favor de bicicleta, vehículos de movilidad personal, transporte público y desplazamientos peatonales se viene abajo cuando aquellos que han de ser los garantes de las normas son los que muestran su total falta de respeto hacia un medio de transporte que ha de ser parte de la solución a los problemas de contaminación y movilidad que atañen a las grandes ciudades, incluida Madrid.
Una ilusión que se rompe cuando vas pedaleando con ganas después de un día de trabajo y tras de ti escuchas una sonora pitada seguida de un coche que se sitúa a tu derecha en paralelo. El lugar, la calle General Ricardos, a la altura del palacio de Vistalegre. El coche, una patrulla de la Policía Municipal de Madrid. En este punto, la calle General Ricardos cuenta con la que, sin duda, es la configuración más desfavorable al ciclista con la normativa vigente: dos carriles por sentido, quedando los dos más exteriores reservados a carril bus, taxi y moto. Según la Ordenanza, en su artículo 167.5
“5. En el caso de vías con carriles reservados a otros vehículos, las bicicletas circularán por el carril contiguo al reservado, salvo cuando la señalización permita expresamente la circulación de bicicletas en éste. Si se tratase de un carril bus, la circulación de las bicicletas por él estará supeditada a que cuente con una sección mínima de 4,5 metros, y la circulación de bicicletas se realizará lo más próximo posible a la izquierda del carril bus.”
los ciclistas tenemos prohibido circular por el carril bus salvo en casos muy concretos, situación que no se produce en esa calle, así que, iba circulando por el centro del carril contiguo ateniéndome a las normas cuando recibo la llamada de atención del coche de Policía Municipal: “No puede usted circular por ahí, póngase a la derecha”. Cariacontecido, les respondo instintivamente “Pero si la ordenanza de movilidad me prohíbe ir por el carril bus”. Una frase desafortunada cuando uno se dirige a la autoridad y que tiene su inmediata respuesta en un seco “pare a la derecha”.
Se bajan la pareja de agentes y me empiezan a recriminar que voy formando atasco y que el sentido común dicta que yo vaya por el carril bus. Evidentemente les respondo que desconocía ese supuesto y que únicamente me limitaba a circular según indica la normativa. Momento en el que el agente que llevaba la voz cantante alude al término “velocidad anormalmente reducida” refiriéndose a la norma estatal de tráfico. Este punto merece un inciso ya que la mencionada Ley de Tráfico define la velocidad anormalmente reducida en su artículo 49.1 como:
“No se deberá entorpecer la marcha normal de otro vehículo circulando sin causa justificada a velocidad anormalmente reducida. A estos efectos, se prohíbe la circulación en autopistas y autovías de vehículos a motor a una velocidad inferior a 60 kilómetros por hora, y en las restantes vías, a una velocidad inferior a la mitad de la genérica señalada para cada categoría de vehículos de cada una de ellas en este capítulo, aunque no circulen otros vehículos.”
Circunstancia que no se daba cuando el ciclocomputador marcaba 25 km/h en una vía limitada, según el reciente cambio de límites, a 30 km/h. Aspecto que hago saber al agente con la consiguiente subida de tono de la conversación que pasa a centrarse en es por vuestro bien, el sentido común dice que debes circular por aquí, etc. Por supuesto, me surge la duda de qué hacer si otro compañero suyo me para y decide sancionarme por circular por el carril bus, momento en el que se crece y me amenaza con un “podría multarte por eso o por circular entorpeciendo el tráfico”. No queda otra que agachar la cabeza, recular, y darle la razón en todo antes de meternos en problemas, echando de menos llevar la cámara de vídeo en la bici que hubiera registrado todo el episodio.
Circulando por la acera
Cuando me dispongo a continuar, la historia tiene un desenlace rozando lo cómico cuando, por la acera junto a la que nos encontrábamos detenidos pasa un ciclista pedaleando y pasando a escasos centímetros de un señor mayor que caminaba dificultosamente apoyado en su bastón. Evidentemente les señalo con inquina a los agentes que si prefieren que circule como ese. Me dicen que ahora van a recriminárselo para posteriormente arrancar, seguir calle adelante y ni media palabra al cicleatón.
Resulta tremendamente decepcionante comprobar el desconocimiento de las normativas de movilidad por parte de quién tiene que aplicarlas. Es frustrante que quien tenía que proteger a los más débiles de la circulación se pongan una vez más del lado del dios coche. Pero sobre todo, resulta preocupante la involución de los los derechos ciclistas en Madrid, con los recortes que amenaza la próxima reforma de la Ordenanza como la prohibición de circular por túneles, la construcción de más carriles bici como el anunciado del Paseo de la Castellana que ahonden en la deslegitimación de la bici como vehículo o la creciente animadversión hacia el ciclista que se refleja en ese amplificador que son las redes sociales. Por lo pronto, la cámara de vídeo se va a convertir en accesorio habitual en mis trayectos urbanos. De poco sirve relatar la experiencia aquí si no tienes la posibilidad de demostrarlo con claridad y sacar los colores a un cuerpo de seguridad cuyos dirigentes quizás deberían preocuparse del desconocimiento de la normativa que muestran algunos de sus agentes.